
Tras una semana europea que nos ha dejado auténticos partidazos y ya definidas las semifinales tanto de Europa League como de Champions -acerté todo menos el pase del Fulham, lástima que no tenga tanta suerte con las quinielas- , toca hablar del clásico, ese partido que todo el mundo espera y que determinará en buena medida el ganador de la liga BBVA.
El otro día, volvía a ver por tercera vez -es una de esas películas que no cansan- Heat, de Al Pacino y Robert de Niro. Es una película que recomiendo encarecidamente, es más, es casi una obligación verla al menos una vez en la vida. Y se me ocurrió que este clásico puede ser como esta gran obra de arte, y sobre todo, como la escena cara a cara de Pacino y De Niro en el restaurante. Repito, voy a hablar del partido, porque mucha gente esta focalizando el encuentro como un duelo Cristiano vs Messi, parece que sólo jugasen ellos y a mi eso me cansa. Nunca hablaré de cuál de los dos es mejor por la misma razón que si me hacen elegir entre un bocata de jamón o un muffin de chocolate. Pues depende. Y depende de tantas cosas, que tras una larga reflexión, acabaríamos en el mismo punto del que partimos, ambos son geniales.

Será un partidazo se mire por donde se mire, y al auténtico futbolero -que si no es imparcial, al menos intenta serlo- le gustará disfrutar del partido, mas allá de quien gane. Es exactamente igual que en la película de Michael Mann. Si lo que te gusta es la película, el cine en general, y no eres un forofo de ninguno de los dos bandos de la película, te dará igual si en la escena final Pacino mata a De Niro tras un despiste de este, no te quedas con eso. Te quedas con el resto de película, esas dos horas en las que el uno ha perseguido al otro hasta la saciedad, con tanta astucia, con tanto ingenio, con dos estilos tan diferentes pero ambos igual de bellos. Te puede gustar más uno, te puede gustar más otro, pero al fin y al cabo el duelo ha sido precioso, y eso es lo verdaderamente importante.
En el partido pasará lo mismo. Toda la temporada está siendo un continuo corre que te pillo entre Barça y Madrid. Los culés, desplegando un juego quizá más estético, que sigue los cánones de belleza futbolísticos, un estilo de juego ya definido el año anterior por ese director que es Guardiola. El Madrid, pura electricidad. Ha logrado acoplar sus piezas -sí, aunque hayan valido 250 millones, recordemos que son piezas y deben encajar igual que las de la mitad de precio- antes de lo que cabía esperar, y llega a esta recta final de la temporada como líder de la liga. Los de Pellegrini aún sin desplegar ese juego tan vistoso, están jugando de manera efectiva y pueden batir registros goleadores y de puntos gracias a su famosa pegada y a un juego a ráfagas.
Es tal la igualdad que no me atrevo a dar un pronóstico, si lo hago, como madridista que soy, corro el riesgo de verme influenciado por mi condición de supporter merengue.
Asi que me sentaré en mi sofá con unas palomitas, un refresco, y como si se tratara de la cuarta vez que veo Heat, disfrutaré de esa hora y media hasta que en la última escena, uno de los dos protagonistas, mate al otro.
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